Tras la destrucción del Imperio Azteca y el sometimiento de los nativos, los conquistadores españoles se dispusieron a derribar la antigua capital azteca, Tenochtitlán, y fundar una nueva ciudad de aspecto europeo, Ciudad de México, que se convertiría en la capital del Virreinato de Nueva España. Con la construcción de la nueva capital, España hizo especial enfasis en la europeización de los territorios recién conquistados, introduciendo instituciones políticas occidentales, como las iglesias, la encomienda y los ayuntamientos, con el objetivo de afianzar su dominio en la región. Una vez derribados los últimos vestigios de dominación índigena a manos de Hernán Cortés, designado como Capitán General de la región, la metrópoli deció constituir estos nuevos territorios como un virreinato, delegando la función de virrey sobre Antonio de Mendoza, en 1536.
0: El Virreinato de Nueva España Ver detalle |
1: El Virreinato de Nueva Granada Ver detalle |
2: El Virreinato del Perú Ver detalle |
3: El Virreinato del Río de la Plata Ver detalle |
4: El Virreinato de Nueva España Ver detalle |
5: El Virreinato de Nueva Granada Ver detalle |
6: El Virreinato del Perú Ver detalle |
7: El Virreinato del Río de la Plata Ver detalle |
El Virreinato de Nueva España
Tras la destrucción del Imperio Azteca y el sometimiento de los nativos, los conquistadores españoles se dispusieron a derribar la antigua capital azteca, Tenochtitlán, y fundar una nueva ciudad de aspecto europeo, Ciudad de México, que se convertiría en la capital del Virreinato de Nueva España. Con la construcción de la nueva capital, España hizo especial enfasis en la europeización de los territorios recién conquistados, introduciendo instituciones políticas occidentales, como las iglesias, la encomienda y los ayuntamientos, con el objetivo de afianzar su dominio en la región. Una vez derribados los últimos vestigios de dominación índigena a manos de Hernán Cortés, designado como Capitán General de la región, la metrópoli deció constituir estos nuevos territorios como un virreinato, delegando la función de virrey sobre Antonio de Mendoza, en 1536.
El Virreinato de Nueva España ocupó, en su máxima extensión, América Central, las Antillas, el centro y sur de los actuales Estados Unidos y Filipinas.
Virreinato de Nueva España en su máxima extensión
El impacto demográfico producido tras la conquista, fue enorme. Un alto porcentaje de la población nativa había muerto a causa de las enfermedades traídas desde Europa, tales como la viruela o la tuberculosis, y los sistemas de trabajo forzado a los que habían sido sometidos los indígenas aceleraron el retroceso demográfico iniciado durante los primeros años de la conquista. El asentamiento de españoles y su posterior mezcla con los nativos, dio origen a los mestizos, que se convertirían en la raza predominante en la mayor parte de Latinoamérica.
En el plano económico, en el Virreinato de Nueva España obtuvo especial relevancia la minería y el comercio.
El descubrimiento de numerosos yacimientos mineros,
captó la atención de la Corona, que se dispuso a explotarlos. Estas
minas se nutrieron de pobladores locales, que buscaban una mejora de su
calidad de vida. De estos yacimientos, se extraían materiales tales
como oro, plata, cobre y hierro. La creación de ciudades mineras, en torno a las minas, produjo el surgimiento de nuevas explotaciones agrícolas
y ganaderas dedicadas a su abastecimiento, que junto con la
construcción de caminos para dar salida a la producción de las minas, se
tradujo en un importante impulso económico. La mano de obra aborigen, que se veía sometida a un régimen de explotación, era la más empleada en esta actividad. La Corona aplicaba un impuesto, conocido como el Quinto Real, del 20% del producto extraído, apoyándose en una serie de bulas emitidas por el Papa Alejandro VI en 1494, mediante las cuales todo el suelo y el subsuelo conquistado en América, pertenecería a España.
La minería poseía privilegios frente a otros sectores productivos. Estos privilegios estaban fundados en el discurso económico preponderante de la época que consideraba la riqueza en función de los metales preciosos que se poseyese (mercantilismo). Las principales minas de Nueva España fueron Zacatecas, Pachuca, Fresnillo y Guanajuato.
La regulación comercial estaba en manos de la Casa de Contratación con sede en Sevilla. El monopolio y las políticas proteccionistas impuestas por la metrópoli, impidieron un desarrollo óptimo en materia económica del virreinato. El comercio directo con otras zonas del imperio estaba prohibido. Todas estas medidas proteccionistas condujeron al apogeo de actividades ilícitas tales como la piratería o el contrabando, impulsadas tanto por comerciantes locales que buscaban saltarse las medidas arancelarias y restrictivas impuestas por la Corona, como por potencias extranjeras que buscaban nuevos mercados.
El Virreinato de Nueva Granada
El Virreinato de Nueva Granada, abarcó los actuales territorios de Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela. Fue creado mediante Real Cédula el 27 de mayo de 1717 uniendo la Real Audiencia de Quito, la Capitanía General de Venezuela y la Real Audiencia de Santa Fe.
La Corona se vió obligada a constituir este nuevo virreinato, por dos razones principales: era la zona más importante de producción aurífera y su estratégica posición le permitía enfrentar con efectividad el contrabando y la piratería. La ciudad de Bogotá, pasó a ser la capital del nuevo virreinato, convirtiéndose de esta manera en uno de los principales centros de actividad de las posesiones del imperio en América.
Su fundación obedece a la nueva política borbónica de reorganización administrativa y de reforma y modernización de los sistemas de extracción y comercialización de materias primas obtenidas de las colonias. De existencia intermitente, el Virreinato de Nueva Granada fue disuelto y vuelto a formar en numerosas ocasiones: tras su primera fundación en 1717, fue disuelto por dificultades económicas, fruto de la derrota española en la guerra de la Cuádruple Alianza (1718-1720), en 1724; refundado en 1740; disuelto por los independentistas que se hicieron con el poder en 1810; recuperado por Fernando VII en 1816; y finalmente, reemplazado por una nueva entidad, la Gran Colombia, tras ser definitivamente disuelto por los independentistas en torno a 1822.
Tras su segunda fundación, el virreinato fue atacado por la flota británica, que tomó la ciudad de Portobelo y sitió Cartagena. Tras fracasar en este último cometido, la expedición se retiró, diezmada por el hambre y las enfermedades.
Los virreyes de Nueva Granada, se caracterizaron por la puesta en marcha de numerosas políticas de carácter ilustrado, enmarcadas en el proceso de la reforma borbónica, destinadas a modernizar las estructuras administrativas, productivas y
comerciales. Entre estas medidas, cabe destacar la fundación de la Casa de la Moneda de Bogotá, la creación de la primera biblioteca pública de Bogotá por parte del virrey Manuel de Guirior, y la implementación de la Pragmática de Libre Comercio, que revitalizó el comercio entre puertos americanos.
Fue notable la influencia ejercida por los ilustrados, en Nueva Granada a lo largo del siglo XVIII, siendo en el virreinato el principal referente de esta corriente de pensamiento, José Celestino Mutis. Mutis, nacido en Cádiz en 1732 en el seno de una familia burguesa, estudió filosofía, gramática, arte y medicina. Ejerció como médico en el Hospital de la Marina de Cádiz, donde implementó los nuevos métodos traídos desde el exterior. Se muda a Bogotá, donde funda y dicta la cátedra de matemáticas en elEn el campo económico, las reformas borbónicas no habían alcanzado sus objetivos. La falta de integración de los territorios que formaban el virreinato y las altas cargas impositivas impuestas por la corona, provocaron la debacle financiera de la colonia. A pesar de esto, se continuó fomentando la exportación de productos tales como la caña de azúcar, el cuero, el algodón, se intensificó la actividad minera y se crearon numerosas industrias como las de pólvora en Bogotá. Al igual que en el resto de colonias españolas en América, en Nueva Granada se empleaba mano de obra aborigen en las minas y en las plantaciones.
El Virreinato del Perú
El Virreinato del Perú fue una entidad político-administrativa fundada en 1542 tras el sometimiento del Imperio Inca. Abarcó, en su máxima extensión, territorios que actualmente se corresponden con Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina y Chile.
El virreinato vivió cuarenta años de caos administrativo, fruto del choque de intereses entre los distintos conquistadores, y el desigual reparto de la tierra. A mediados del siglo XVI, Francisco de Toledo, virrey del Perú, logra encauzar la situación y establecer un marco administrativo estable, que se prolongaría durante todo el período colonial. Esta normalización de la situación, fue gracias a la voluntad de Toledo, de llevar a cabo un proceso organizador, reflejado en medidas tales como el censo tributario, censo de pobladores nativos y la realización de un registro de los recursos naturales y humanos del Perú. Estas medidas permitieron la implantación de los sistemas de trabajo (mita, repartimiento) y a la larga, hicieron de este virreinato el más rico e influyente.
La capital fue situada en la ciudad de Lima, fundada por Francisco Pizarro como la «Ciudad de los Reyes», mientras que el puerto del Callao, monopolizaba todo el comercio marítimo americano.
En el campo administrativo, el virreinato está constituido por dos audiencias, las de Lima y Cusco, que fueron sustituidas por intendencias tras las Reformas Borbónicas en el siglo XVIII. Al igual que en el resto de virreinatos, existían también organismos tales como los corregimientos, encargados de la administración de zonas habitadas por nativos, cabildos, que cumplían diversas funciones administrativas similares a las que actualmente realiza la municipalidad o ayuntamiento, y diversas autoridades indígenas que se encargaban de mediar entre éstos y los españoles.
Durante el siglo XIX, época en la que se suceden los distintos alzamientos independentistas a lo largo del continente, el Virreinato del Perú se mantendrá como principal bastión de los realistas, hasta su disolución, en 1824, tras la Batalla de Ayacucho. A pesar de esto, el Perú será también testigo de los alzamientos de Tupac Amarú y Tupac Katari, precedentes de la futura emancipación Latinoamericana.
El Virreinato del Río de la Plata
El Virreinato del Río de la Plata fue creado en 1776 por orden de Carlos III. Si bien esta primera fundación fue de carácter provisional, en 1778 se realiza la definitiva. Abarcó los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay, partes del sur de Brasil y el norte de Chile. La capital fue situada en Buenos Aires, fundada en 1580 por Juan de Garay bajo el nombre de La Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre.
Las causas de la creación de este virreinato, surgen de la necesidad de la metrópolis de defender sus posesiones al sur del continente de las ambiciones de otras potencias coloniales, como Inglaterra y Portugal. Al encontrarse toda esta zona bajo administración del Virreinato del Perú, el tráfico entre Lima y Buenos Aires era muy lento y hacia difícil organizar la defensa de Buenos Aires en caso de un eventual ataque.
El territorio se dividió en intendencias y gobernaciones, de acuerdo a las nuevas leyes dictadas tras la Reforma Borbónica.
Los aborígenes, al igual que en el resto de la América ocupada, fueron repartidos entre distintos grupos de terratenientes que con la excusa de la evangelización, los sometieron a todo tipo de trabajos forzados en condiciones de esclavitud.
La economía en este virreinato seguía el modelo extractivo-exportador, y al igual que el resto de virreinatos y la propia metrópolis, se mostró ajeno a la protoindustrialización surgida en el siglo XVIII y a su posterior evolución. La ganadería, asentada principalmente en Buenos Aires constituyó una importante actividad económica, cuya relevancia se mantiene en la zona hasta hoy en día. La minería no ocupaba el lugar preferencial que poseía en el resto de virreinatos, la actividad minera en el Virreinato del Río de la Plata se limitaba a una serie de yacimientos explotados en la actual Bolivia, sin embargo, desde el puerto de Buenos Aires, se exportaban enormes cantidades de oro y plata llegadas, principalmente, del Alto Perú. El comercio, centrado en la exportación de ganado y derivados, cereales, oro y plata, estaba fuertemente regulado por la metrópolis, lo cual favoreció a la proliferación de actividades contrabandistas. La actividad comercial estaba en manos de unos pocos españoles, los cuales a su vez, detentaban gran parte del poder político.
El Virreinato de Nueva España
Tras la destrucción del Imperio Azteca y el sometimiento de los nativos, los conquistadores españoles se dispusieron a derribar la antigua capital azteca, Tenochtitlán, y fundar una nueva ciudad de aspecto europeo, Ciudad de México, que se convertiría en la capital del Virreinato de Nueva España. Con la construcción de la nueva capital, España hizo especial enfasis en la europeización de los territorios recién conquistados, introduciendo instituciones políticas occidentales, como las iglesias, la encomienda y los ayuntamientos, con el objetivo de afianzar su dominio en la región. Una vez derribados los últimos vestigios de dominación índigena a manos de Hernán Cortés, designado como Capitán General de la región, la metrópoli deció constituir estos nuevos territorios como un virreinato, delegando la función de virrey sobre Antonio de Mendoza, en 1536.
El Virreinato de Nueva España ocupó, en su máxima extensión, América Central, las Antillas, el centro y sur de los actuales Estados Unidos y Filipinas.
Virreinato de Nueva España en su máxima extensión
El impacto demográfico producido tras la conquista, fue enorme. Un alto porcentaje de la población nativa había muerto a causa de las enfermedades traídas desde Europa, tales como la viruela o la tuberculosis, y los sistemas de trabajo forzado a los que habían sido sometidos los indígenas aceleraron el retroceso demográfico iniciado durante los primeros años de la conquista. El asentamiento de españoles y su posterior mezcla con los nativos, dio origen a los mestizos, que se convertirían en la raza predominante en la mayor parte de Latinoamérica.
En el plano económico, en el Virreinato de Nueva España obtuvo especial relevancia la minería y el comercio.
El descubrimiento de numerosos yacimientos mineros,
captó la atención de la Corona, que se dispuso a explotarlos. Estas
minas se nutrieron de pobladores locales, que buscaban una mejora de su
calidad de vida. De estos yacimientos, se extraían materiales tales
como oro, plata, cobre y hierro. La creación de ciudades mineras, en torno a las minas, produjo el surgimiento de nuevas explotaciones agrícolas
y ganaderas dedicadas a su abastecimiento, que junto con la
construcción de caminos para dar salida a la producción de las minas, se
tradujo en un importante impulso económico. La mano de obra aborigen, que se veía sometida a un régimen de explotación, era la más empleada en esta actividad. La Corona aplicaba un impuesto, conocido como el Quinto Real, del 20% del producto extraído, apoyándose en una serie de bulas emitidas por el Papa Alejandro VI en 1494, mediante las cuales todo el suelo y el subsuelo conquistado en América, pertenecería a España.
La minería poseía privilegios frente a otros sectores productivos. Estos privilegios estaban fundados en el discurso económico preponderante de la época que consideraba la riqueza en función de los metales preciosos que se poseyese (mercantilismo). Las principales minas de Nueva España fueron Zacatecas, Pachuca, Fresnillo y Guanajuato.
La regulación comercial estaba en manos de la Casa de Contratación con sede en Sevilla. El monopolio y las políticas proteccionistas impuestas por la metrópoli, impidieron un desarrollo óptimo en materia económica del virreinato. El comercio directo con otras zonas del imperio estaba prohibido. Todas estas medidas proteccionistas condujeron al apogeo de actividades ilícitas tales como la piratería o el contrabando, impulsadas tanto por comerciantes locales que buscaban saltarse las medidas arancelarias y restrictivas impuestas por la Corona, como por potencias extranjeras que buscaban nuevos mercados.
El Virreinato de Nueva Granada
El Virreinato de Nueva Granada, abarcó los actuales territorios de Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela. Fue creado mediante Real Cédula el 27 de mayo de 1717 uniendo la Real Audiencia de Quito, la Capitanía General de Venezuela y la Real Audiencia de Santa Fe.
La Corona se vió obligada a constituir este nuevo virreinato, por dos razones principales: era la zona más importante de producción aurífera y su estratégica posición le permitía enfrentar con efectividad el contrabando y la piratería. La ciudad de Bogotá, pasó a ser la capital del nuevo virreinato, convirtiéndose de esta manera en uno de los principales centros de actividad de las posesiones del imperio en América.
Su fundación obedece a la nueva política borbónica de reorganización administrativa y de reforma y modernización de los sistemas de extracción y comercialización de materias primas obtenidas de las colonias. De existencia intermitente, el Virreinato de Nueva Granada fue disuelto y vuelto a formar en numerosas ocasiones: tras su primera fundación en 1717, fue disuelto por dificultades económicas, fruto de la derrota española en la guerra de la Cuádruple Alianza (1718-1720), en 1724; refundado en 1740; disuelto por los independentistas que se hicieron con el poder en 1810; recuperado por Fernando VII en 1816; y finalmente, reemplazado por una nueva entidad, la Gran Colombia, tras ser definitivamente disuelto por los independentistas en torno a 1822.
Tras su segunda fundación, el virreinato fue atacado por la flota británica, que tomó la ciudad de Portobelo y sitió Cartagena. Tras fracasar en este último cometido, la expedición se retiró, diezmada por el hambre y las enfermedades.
Los virreyes de Nueva Granada, se caracterizaron por la puesta en marcha de numerosas políticas de carácter ilustrado, enmarcadas en el proceso de la reforma borbónica, destinadas a modernizar las estructuras administrativas, productivas y
comerciales. Entre estas medidas, cabe destacar la fundación de la Casa de la Moneda de Bogotá, la creación de la primera biblioteca pública de Bogotá por parte del virrey Manuel de Guirior, y la implementación de la Pragmática de Libre Comercio, que revitalizó el comercio entre puertos americanos.
Fue notable la influencia ejercida por los ilustrados, en Nueva Granada a lo largo del siglo XVIII, siendo en el virreinato el principal referente de esta corriente de pensamiento, José Celestino Mutis. Mutis, nacido en Cádiz en 1732 en el seno de una familia burguesa, estudió filosofía, gramática, arte y medicina. Ejerció como médico en el Hospital de la Marina de Cádiz, donde implementó los nuevos métodos traídos desde el exterior. Se muda a Bogotá, donde funda y dicta la cátedra de matemáticas en elEn el campo económico, las reformas borbónicas no habían alcanzado sus objetivos. La falta de integración de los territorios que formaban el virreinato y las altas cargas impositivas impuestas por la corona, provocaron la debacle financiera de la colonia. A pesar de esto, se continuó fomentando la exportación de productos tales como la caña de azúcar, el cuero, el algodón, se intensificó la actividad minera y se crearon numerosas industrias como las de pólvora en Bogotá. Al igual que en el resto de colonias españolas en América, en Nueva Granada se empleaba mano de obra aborigen en las minas y en las plantaciones.
El Virreinato del Perú
El Virreinato del Perú fue una entidad político-administrativa fundada en 1542 tras el sometimiento del Imperio Inca. Abarcó, en su máxima extensión, territorios que actualmente se corresponden con Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina y Chile.
El virreinato vivió cuarenta años de caos administrativo, fruto del choque de intereses entre los distintos conquistadores, y el desigual reparto de la tierra. A mediados del siglo XVI, Francisco de Toledo, virrey del Perú, logra encauzar la situación y establecer un marco administrativo estable, que se prolongaría durante todo el período colonial. Esta normalización de la situación, fue gracias a la voluntad de Toledo, de llevar a cabo un proceso organizador, reflejado en medidas tales como el censo tributario, censo de pobladores nativos y la realización de un registro de los recursos naturales y humanos del Perú. Estas medidas permitieron la implantación de los sistemas de trabajo (mita, repartimiento) y a la larga, hicieron de este virreinato el más rico e influyente.
La capital fue situada en la ciudad de Lima, fundada por Francisco Pizarro como la «Ciudad de los Reyes», mientras que el puerto del Callao, monopolizaba todo el comercio marítimo americano.
En el campo administrativo, el virreinato está constituido por dos audiencias, las de Lima y Cusco, que fueron sustituidas por intendencias tras las Reformas Borbónicas en el siglo XVIII. Al igual que en el resto de virreinatos, existían también organismos tales como los corregimientos, encargados de la administración de zonas habitadas por nativos, cabildos, que cumplían diversas funciones administrativas similares a las que actualmente realiza la municipalidad o ayuntamiento, y diversas autoridades indígenas que se encargaban de mediar entre éstos y los españoles.
Durante el siglo XIX, época en la que se suceden los distintos alzamientos independentistas a lo largo del continente, el Virreinato del Perú se mantendrá como principal bastión de los realistas, hasta su disolución, en 1824, tras la Batalla de Ayacucho. A pesar de esto, el Perú será también testigo de los alzamientos de Tupac Amarú y Tupac Katari, precedentes de la futura emancipación Latinoamericana.
El Virreinato del Río de la Plata
El Virreinato del Río de la Plata fue creado en 1776 por orden de Carlos III. Si bien esta primera fundación fue de carácter provisional, en 1778 se realiza la definitiva. Abarcó los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay, partes del sur de Brasil y el norte de Chile. La capital fue situada en Buenos Aires, fundada en 1580 por Juan de Garay bajo el nombre de La Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre.
Las causas de la creación de este virreinato, surgen de la necesidad de la metrópolis de defender sus posesiones al sur del continente de las ambiciones de otras potencias coloniales, como Inglaterra y Portugal. Al encontrarse toda esta zona bajo administración del Virreinato del Perú, el tráfico entre Lima y Buenos Aires era muy lento y hacia difícil organizar la defensa de Buenos Aires en caso de un eventual ataque.
El territorio se dividió en intendencias y gobernaciones, de acuerdo a las nuevas leyes dictadas tras la Reforma Borbónica.
Los aborígenes, al igual que en el resto de la América ocupada, fueron repartidos entre distintos grupos de terratenientes que con la excusa de la evangelización, los sometieron a todo tipo de trabajos forzados en condiciones de esclavitud.
La economía en este virreinato seguía el modelo extractivo-exportador, y al igual que el resto de virreinatos y la propia metrópolis, se mostró ajeno a la protoindustrialización surgida en el siglo XVIII y a su posterior evolución. La ganadería, asentada principalmente en Buenos Aires constituyó una importante actividad económica, cuya relevancia se mantiene en la zona hasta hoy en día. La minería no ocupaba el lugar preferencial que poseía en el resto de virreinatos, la actividad minera en el Virreinato del Río de la Plata se limitaba a una serie de yacimientos explotados en la actual Bolivia, sin embargo, desde el puerto de Buenos Aires, se exportaban enormes cantidades de oro y plata llegadas, principalmente, del Alto Perú. El comercio, centrado en la exportación de ganado y derivados, cereales, oro y plata, estaba fuertemente regulado por la metrópolis, lo cual favoreció a la proliferación de actividades contrabandistas. La actividad comercial estaba en manos de unos pocos españoles, los cuales a su vez, detentaban gran parte del poder político.