"Hombre de palo armado con vn escudo en el lado izquierdo y en el braÇo derecho vna talega, hincado en vn madero, y andábase alrrededor y en tocando en el escvdo volbía y dava con la talega de arena a quien pasaba y le dava"
como en tantas fiestas populares que aún se conservan. Por
asociación de ideas, se adjudicó al célebre Juanelo Turriano (diseñador
y creador del célebre "artificio") la autoría de lo que hoy llamaríamos
un robot, con la misión de recorrer diariamente las calles recabando
limosnas en vistas de que, como no le pagaban lo suyo, andaba en la más
negra miseria. Cuando los maravedíes llegaban al fondo de la hucha, el
muñeco hacía más reverencias que un japonés, señal de que, al menos,
Toledo tenía mala conciencia de su ignominioso comportamiento con el
genio de Cremona, comparado por algunos con el mismo Leonardo da Vinci.
Otros
cronistas, más conservadores y menos imaginativos, como Moraleda y
Ramírez de Arellano, aclaran que se trataba en realidad de un muñeco de
madera, estático por supuesto, colocado en un lugar de los más
frecuentados de la ciudad, como era y sigue siendo éste, y provisto de
una hucha o alcancía destinada a recoger las limosnas del personal para
la construcción del cercano hospital, posteriormente conocido como del
Nuncio Viejo. Tan benemérito nuncio se llamaba Ortiz y puede que no
fuese ajeno a este invento. Debía de ser algo muy parecido a tantos
muñecos actuales de cartón piedra, plástico o lo que sea, colocados en
las puertas de grandes almacenes, laboratorios fotográficos, parroquias
y otra suerte de establecimientos, provistos también de la
correspondiente hucha o buzón donde recoger óbolos con fines
caritativos, carretes fotográficos o cartas a los Reyes Magos. La
gracia del que nos ocupa reside en su precocidad. No es de descartar
que tal muñeco de palo siguiese desempeñando su función mendicante
hasta que el citado hospital fue trasladado por el cardenal Lorenzana,
a finales del siglo XVIII, a un nuevo emplazamiento.
Es por tanto, una vez más, la confusión la que dota de nombre a una de
las calles más transitadas por turistas y toledanos, la calle "Hombre
de Palo".