A las afueras de Toledo, en la vega del Tajo, en un paraje que en
los tiempos en los que transcurre esta leyenda hubo de ser un vergel
paradisíaco, tras la actual estación del AVE y aislado y poco visible
por un muro vegetal, se encuentra el “Palacio o Castillo de Galiana”, paraje también llamado “Huerta del Rey”.
Actualmente es el lugar donde muchos novios se hacen las fotografías en
el día de su boda, dada la belleza arquitectónica del monumento
restaurado. Es posible que el nombre le venga del recuerdo de la princesa Galiana,
para quien lo mandase construir muy posiblemente su padre el rey
Galafre a finales del VIII o principios del IX, si bien otros creen que
esta fue una finca de recreo construida por Al-Mamun, rey taifa de
Toledo, y que por recuerdo de los fabulosos palacios que existieron
junto al Alcázar se le puso este nombre.
Este lugar estuvo rodeado por frondosos jardines, estanques y
fuentes. Aquí estuvo la famosa “clepsydra” construida por Azarquiel,
reloj de agua que marcaba las horas según las fases de la luna y
perduró hasta el reinado de Alfonso VII, que la desmontó para estudiar
su funcionamiento y crear otras… Pero lo que realmente nos interesa,
además del monumento, son las bellísimas leyendas que alberga. Una de
las más conocidas hace referencia a Alfonso VI, rey que reconquistó la
ciudad de Toledo:
Alfonso
VI huyendo de su hermano y de su prisión en el monasterio de Sahagún
disfrazado de monje, llegó a refugiarse en Toledo con el rey musulmán
Al-Mamum, que le acogió amablemente y le ofreció para su residencia
temporal el palacio de Galiana, a las afueras de la ciudad. A cambio, y
como acuerdo entre ambos reyes, se decidió que Al-Mamun trataría
correctamente al rey cristiano y a sus caballeros, les alimentaría y
proporcionaría seguridad, y Alfonso respetaría la ciudad, sería leal al
rey y no saldría de los límites de la ciudad sin su licencia, además de
ayudarle en cualquier necesidad.
Durante este período, Alfonso llevó una vida tranquila, dedicada a la
caza, los paseos por las nítidas orillas del Tajo y las diversiones
cortesanas típicas de la época, conversando con los muchos eruditos que
el rey Al-Mamum cobijaba en Toledo, y muy sorprendido por el grado de
civilización de aquellos a los que consideraba sus enemigos. A pesar de
todo, el Rey añoraba la lucha por la defensa de sus derechos por el
trono.
Un buen día, Al-Mamun acudió a un ágape organizado por Alfonso en el
Palacio. Tras la comida, la conversación entre reyes derivó hacia la
importancia estratégica de la ciudad de Toledo, sus notables
fortificaciones, las guerras que asolaban la península, entre Taifas,
por la reconquista… El rey moro, pensativo, y acompañado de sus
consejeros y caballeros salió a los jardines continuando con la
conversación, preocupado por los pensamientos del Rey Cristiano. Todos
descansaron bajo unos frondosos árboles. La conversación sobre las
guerras continuó y derivó hacia la imposibilidad de que Toledo fuera
subyugada por la fuerza. Algunos afirmaban que un asedio no rendiría la
ciudad, mientras otros afirmaban lo contrario. Otros afirmaron que
sería posible la captura de la capital quitándole el abastecimiento por
seis años continuados, arrasando los campos que la proveían, los
viñedos y los árboles que la rodeaban. Al final, la idea se dio por
buena por los consejeros del rey Al-Mamum, y llegando a la conclusión
de que sería posible utilizando una gran cantidad de hombres, tiempo y
mucho dinero.
Alfonso, al verse sólo había salido al jardín y hábilmente oculto tras
unos matorrales había escuchado toda la conversación de los eruditos
consejeros del rey musulman, simulando que estaba dormido.
Al-Mamum, de nuevo preocupado por las implicaciones que este hecho
podría tener sobre su reinado, se levantó y vio a poca distancia a
Alfonso, bajo una sombra y como si durmiera. Preocupado por la
posibilidad de que el rey hubiera escuchado las disquisiciones
estratégicas de sus consejeros, le entró la terrible sospecha de si
realmente estaría durmiendo o habría escuchado toda la detallada
conversación. Para comprobarlo y saber la verdad, ordenaría en voz
alta, para que Alfonso si estuviera despierto lo escuchara, que le
echasen plomo derretido en la mano que tenía extendida. Así lo hicieron
los hombres de Al-Mamum… Trajeron el plomo y un fuego en el que lo
derritieron. Sólo en el momento en el que el plomo cayó en su mano,
horadándola, fue cuando el monarca despertó, lanzando un terrible
grito.
La actitud del rey leonés, que no se había inmutado aunque estaba
despierto y a sabiendas del plomo que le esperaba, tranquilizó a los
musulmanes, creyendo que no había escuchado nada de su conversación.
Desde aquél momento se conoció a Alfonso VI como “el de la mano
horadada”.
La conversación escuchada en el jardín del Palacio de Galiana, que bien
le costó una importante herida en la mano, también sirvió años más
tarde para que tras un duro y prolongado asedio, Alfonso VI entrase
victorioso en la ciudad de Toledo.
También
otras leyendas, aún más terroríficas, se asignan a este espacio
denominado “Palacio de Galiana”. Cuenta la tradición que en estos
parajes, antiguamente muy frondosos de vegetación, era frecuentado a
caballo por el espíritu de un tal Abenzaide, que, herido en su amor
propio por no verse apoyado en sus amores con la princesa Galiana, y
dando terribles gritos en la noche de la vega toledana, aterrorizaba a
cuantos se atrevían a pasar por estos parajes.
Durante el asedio de la ciudad por Alfonso VI en 1084, y recordando su grata estancia invitado por los musulmanes a los que ahora atacaba, y viendo que la caída de la ciudad se retrasaba más de lo calculado inicialmente, se aloja en estos palacios con parte de su corte. Una noche que paseaba por los jardines, se le apareció Abenzaide, que ofendido como fue por los entonces moradores de Toledo, mostró al rey leonés cómo acceder de forma sencilla tras los recios muros de la ciudad, y así conquistarla. Cuenta la leyenda que tras aquella noche, Alfonso VI reconquistó Toledo, la ciudad que se suponía inexpugnable, y entrar en ella con sus hombres de forma triunfal el 25 de mayo de 1085.