UN PARAISO TERRENAL-ANDER ORTIZ - Heaven & Hell (sitios de interés)
Descripción del sitio
Las islas Azores se encuentran a medio camino entre el continente europeo y América. Hace tres años, mis padres, mi hermano y yo, nos dirigimos a las islas portuguesas a pasar las vacaciones de verano. Yo personalmente, no estaba muy apasionado por la idea de pasar tanto tiempo en unas islas de las que no había oído hablar antes. Estaba seguro de que me iba a aburrir mucho, pero no tardé en darme cuenta de que estaba equivocado.
Cuando se abrieron las puertas del avión, la cálida temperatura nos inundó, e inmediatamente, la fresca brisa marina produjo en nosotros una sensación de bienestar inigualable. El tamaño del aeropuerto era proporcional al de las islas, pequeño. Estaba rodeado de vegetación y no muy lejos, se vislumbraban unos pocos edificios altos, era la capital, Ponta Delgada.
Lo primero que hicimos fue alquilar un coche y alejarnos del bullicio del aeropuerto, ya que, nuestro hotel se encontraba algo alejado, a unos 45 minutos en automóvil. Enseguida abandonamos la autopista para adentrarnos en la maravillosa red de carreteras sin asfaltar que atraviesan kilómetros de semi selvas tropicales y bordean la costa proporcionando unas vistas celestiales. No tardamos en perdernos, pero la experiencia valió la pena.
Cuando por fin conseguimos instalarnos en el hotel, un amable botones nos acompañó a una cercana playa con su furgoneta. Nos dijo que todavía teníamos dos horas hasta que se empezara a servir la cena, así que, no dudamos en aprovechar las negras arenas volcánicas y las grandes pero agradables olas atlánticas.
Todos los días, las Azores cumplieron con las expectativas de mis padres (impresionantes excursiones, descanso, deliciosa comida autóctona, etc.) y cuando finalmente llegó la hora de volver, supe con total certeza, que algún día volvería a disfrutar de esas islas.
Cuando se abrieron las puertas del avión, la cálida temperatura nos inundó, e inmediatamente, la fresca brisa marina produjo en nosotros una sensación de bienestar inigualable. El tamaño del aeropuerto era proporcional al de las islas, pequeño. Estaba rodeado de vegetación y no muy lejos, se vislumbraban unos pocos edificios altos, era la capital, Ponta Delgada.
Lo primero que hicimos fue alquilar un coche y alejarnos del bullicio del aeropuerto, ya que, nuestro hotel se encontraba algo alejado, a unos 45 minutos en automóvil. Enseguida abandonamos la autopista para adentrarnos en la maravillosa red de carreteras sin asfaltar que atraviesan kilómetros de semi selvas tropicales y bordean la costa proporcionando unas vistas celestiales. No tardamos en perdernos, pero la experiencia valió la pena.
Cuando por fin conseguimos instalarnos en el hotel, un amable botones nos acompañó a una cercana playa con su furgoneta. Nos dijo que todavía teníamos dos horas hasta que se empezara a servir la cena, así que, no dudamos en aprovechar las negras arenas volcánicas y las grandes pero agradables olas atlánticas.
Todos los días, las Azores cumplieron con las expectativas de mis padres (impresionantes excursiones, descanso, deliciosa comida autóctona, etc.) y cuando finalmente llegó la hora de volver, supe con total certeza, que algún día volvería a disfrutar de esas islas.