Historia Inesperada - Heaven & Hell (sitios de interés)

Descripción del sitio

- Papa, cuentanos una historia para poder ir a dormir.
- Pero ¿no veis que no son horas de contar ningún cuento?
- Uno cortito... por favor.
- Esta bien, pero después os vais a dormir.

Era la época de pesca en uno de los océanos más grandes de este mundo: el pacífico. Yo y unos compañeros ovíparos salíamos a por comida para poder alimentar a las hembras, moribundas, que acababan de poner esos hermosos huevos en los que era posible ver, a la luz del sol, unos pequeños pececillos que en un tiempo no muy lejano crecerían y obtendrían un tamaño como el nuestro o aún más grande.


Todo parecía especial, bonito y llamativo; pero lo peor aún estaba por llegar. Uno día un gran barco de pesca llegó a nuestro arrecife. En aquel momento, no sabíamos qué clase de animal era ese que tenía en un costado el nombre de Atlantis 407; y como de costumbre, los machos de los arrecifes discutimos sobre si era un depredador, una nueva especie de cetáceo misticeto (ballena), un reptil ó como los peces de ciudad les llaman, tortugas...


Todos nosotros, nos alejamos del arrecife y a continuación nos acercamos a la orilla para observar esa nueva especie animal. Emergimos cautelosos, pero todos juntos, formando así una gran nube; y fue extraño que el animal no se asustase. Y fue así cómo empecé a sospechar de aquella especie. Ni siquiera se movió. Los demás empezaban a darse cuenta, pero no le dieron gran importancia. De este modo sobresalimos tanto que llegábamos a tocarlo con las aletas. De repente, una red nos cayó encima. No sabíamos que era y todos pensamos que fue un movimiento de bienvenida. Pero la red poco a poco se fue cerrando y cada vez apretaba más. Al de unos minutos no podíamos movernos, y las espinas de las aletas de los compañeros se nos clavaban, traspasando nuestras escamas.


Gritabamos, nos esforzamos en separarnos... pero todo fue inútil, seguíamos como antes. De pronto, comenzamos a quedarnos sin oxígeno, y nuestras escamas se secaban; una gran sensación de agobio se nos subía a la cabeza. Por suerte, duró poco puesto que nos metieron en un recipiente con agua en el que ponía venta. Aún así, todos no corrimos la misma suerte, pues unos fueron encerrados en cajas sin agua, en las cuales podíamos leer “vi-ve-res”, que no sabía qué significaba en ese momento.


Nos cerraron el recipiente y por un agujero existente pudimos ver como una nueva especie de animal se sumergía en el mar, una especie que tenía aletas, unos grandes ojos, una boca alargada y algo de forma cilíndrica colgada a la espalda. Se sumergieron y pasada una hora volvieron a emerger con nuestras huevas en bolsitas de plástico, como esas que de vez en cuando llegaban a nuestro arrecife. Fue entonces cuando perdí el conocimiento.


Cuando desperté me encontraba en un pequeño recipiente de cristal, situado en un lugar seco y en el que pasaban seres como los que cogieron las huevas, pero sin aletas ni nada, unos seres llamados humanos.


- Vaya historia más interesante.

- Sí, así fue como llegamos aquí, siendo vosotros muy, muy pequeñitos.

- ¿Pero qué tiene esto de malo, padre?

- Pues que nos vemos obligados a vivir encerrados, entre unas losas de cristal transparente, encerrados, atrapados, sin libertad.

- ¿Y qué es eso a lo que llamas libertad?

- Nunca lo podreis saber con exactitud, pues no conoces más que estos cuatro cristales. Os ocurrirá lo mismo que a los humanos, que no conocen esta sensación y tratan de comportarse como si la conocieran, mas no saben nada. De este modo, llaman a esto, INFIERNO.



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